Mi padre falleció cuando yo tenía tres años y mi madre quedó sola para
enseñar a cuatro chicos a crecer, vivir y amar. No fue nada fácil para
ella; trabajaba turnos de doce horas como maestra en una escuela
nocturna pero, de alguna manera, ella se las arregló para lograrlo.
Llegaba tarde a casa, nos preparaba la cena, escuchaba nuestras
historias y nos acostaba a todos antes de que pudiera tener algo de
tiempo para sí misma. Nunca le dimos mucha importancia en ese
entonces, pero ahora es obvio que nosotros éramos su vida. Recuerdo
haberle preguntado por qué hacía tantos sacrificios por nosotros, y su
respuesta fue asombrosa: "El éxito de ustedes será mi mayor logro"."
Desde ese día cambiaron tanto mi actitud como mis obras.
Tuve la fortaleza y la valentía de enfrentar los problemas en lugar de
evadirlos.
Quería alcanzar nuevas alturas y la respuesta fue correr hacia este
desafío.
Ella iba a toda las competencias y siempre era la primera en llegar a
la meta y la última en irse.
Aún puedo escuchar esas palabras que cambiaron mi vida.
Su objetivo era darnos una mano y la oportunidad de hacer grandes
cosas; mi ambición es tomar esa oportunidad y aprovecharla.
"Los valores humanos mediante los cuales vivimos son realzados cuando
los transmitimos a los demás...."
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