La inteligencia espiritual no es un monopolio de las religiones, es un patrimonio del hombre.
La inteligencia espiritual relaciona el espíritu y la materia, se ocupa de la trascendencia, de lo sagrado, de los comportamientos virtuosos: perdón, gratitud, humildad y compasión, de comprender que somos
parte de un todo con el cual necesitamos estar en contacto.
Algunos lo hacen orando, otros asumiendo su responsabilidad social, practicando las leyes espirituales del amor, paz, felicidad. Son los que mejoran la calidad de sus vidas.
Si el intelecto se olvida de la compañía del espíritu, degrada el medio ambiente, las creencias,
la familia; es decir aquello que más importa. Hoy que la educación descuida la inteligencia espiritual está creando autómatas altamente capacitados. Para que la tecnología se humanice debe congeniar con la fuente. El espíritu individual y social se nutren, la enfermedad del espíritu se paga, la bancarrota espiritual precede a la quiebra económica.
El quiebre espiritual se produce cuando todo tiene precio pero ya nada tiene valor.
Capital y responsabilidad social, cooperación, dimensión ética, fraternidad, solidaridad, son factores críticos. Si el 80% de la riqueza está en manos del 20% de la gente, hay que apuntar a cómo terminar con esa desigualdad, la injusticia, la pobreza, y la marginalidad.
Prigogine se rebeló con contra la idea de una naturaleza pasiva, sujeta a leyes deterministas y atemporales. Einstein dijo "Dios no juega a los dados", para Prigogine nada es definitivo. Aunque el universo aparece como terminado, existen sin embargo, otros muchos posibles.
El futuro no está escrito, tenemos autoconciencia y la capacidad de crear el porvenir. Con la atención bien dirigida producimos la energía, con la intención la transformamos en lo que deseamos obtener. Cualquier cosa crece o se marchita según cómo se la atiende, así la intención programa su realización. La inteligencia espiritual se fundamenta en principios verdaderos y permanentes y se materializa cuando las buenas ideas se llevan a la práctica.
La fuerza interior espiritual. Hay que trabajar con uno mismo para que la voluntad llegue más lejos que la inteligencia. Primero encontremos nuestra misión, luego consultemos con ella, sin limitarnos a la mera interpretación sensorial. Mis pensamientos crean mi mundo, me alejaré de lo que hago sin querer, y sembraré la semilla de lo que quiero ser, confiando en mi capacidad, en mis propósitos y superando mis limitaciones.
Coeficientes encadenados. El CI -coeficiente intelectual- mide la capacidad de resolver problemas, el CE, emocional, la posibilidad de automotivarnos y de motivar, el CES ( coeficiente de inteligencia espiritual) cómo nos relacionamos con el todo y con los principios universales. El CES tiene la fortaleza del porqué,el CI y el CCR ( coeficiente de creatividad) sugieren el qué hacer, la visión. El cómo hacer, implica la disciplina del CEJ - coeficiente de ejecución-, el CE es el Quantum de la pasión. ¿Cómo convertir espíritu en materia?
Centrada en la misión la inteligencia espiritual orienta a las demás. Nacemos con un potencial: ante cada estímulo, un espacio de libertad precede a la respuesta, la que mejora percibiendo lo que otros no ven. Si los valores controlan la conducta, los principios controlan sus consecuencias. El coeficiente de inteligencia espiritual suma la integridad de sostener los principios primordiales, el hacer y cumplir con las promesas, el escuchar y seguir la voz de la conciencia.
Para quitar el chaleco de fuerza que traba el potencial humano, se precisan conductores: Claridad en el querer.
Compromiso con el trabajo y no con el dinero que sólo compra la satisfacción.
Adaptación de la acción al talento y a los objetivos.
Operar con sistemas y recursos aptos para cumplir con la misión.
Sinergia: el coro armónico con los demás.
¿Debo hacerlo? es la pregunta que pone en marcha a la inteligencia espiritual. Somos libres para elegir nuestras acciones, lo que no podremos nunca es evitar sus consecuencias.
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