Cuanto más exitosos somos, más estímulos positivos recibimos y más
expuestos estamos a sufrir la ilusión del éxito: "Me comporto de esta
manera. Soy exitoso. Por lo tanto, debo ser exitoso porque actúo de
esta manera". ¡Error!
Cuanto más alto subimos en la escalera organizacional, más serán los
que nos dirán cuán maravillosos somos. Una noche en una cena, escuché
a un jefe militar retirado compartir su sabiduría con un general
ansioso y recién ascendido. "Dígame, ¿recientemente ha empezado a
notar que cuando usted hace una broma, todos estallan en carcajadas, y
que cuando dice algo "inteligente" todos asienten solemnemente? ". El
general más joven respondió, "Por qué, sí, lo he notado". El general
más viejo se río y continuó, "Déjeme ayudarlo: usted no es tan
gracioso ni tan inteligente. Sólo se trata de esa estrella sobre su
hombro. Nunca deje que se le suba a la cabeza".
Mientras nuestra creencia en nosotros mismos nos ayuda a ser exitosos,
también puede dificultarnos el cambio. Como dijo el general más viejo,
la verdad es que no somos ni tan graciosos ni tan listos como
podríamos pensar. La buena noticia es que todos podemos ser mejores en
lo que hacemos si estamos dispuestos a mirarnos crudamente a nosotros
mismos. Si entendemos por qué es tan difícil cambiar nuestra conducta,
podemos incrementar la probabilidad realizar los cambios que
necesitamos y ser aún más exitosos.
Por qué resistimos el cambio
Hace unos años, una compañía de seguros publicó un anuncio mostrando a
un fuerte oso pardo rugiendo en medio de un arroyo, con su cuello
estirado al límite, las mandíbulas abiertas de par en par mostrando
sus dientes. El oso estaba a punto de tomar a un desprevenido salmón
que saltaba en contra de la corriente. El titular decía,
"Probablemente usted siente como el oso. Nos gustaría sugerirle que
usted es el salmón".
El aviso fue diseñado para vender seguros por incapacidad, pero me
impactó como una fuerte declaración fuerte sobre cómo nos engañamos
sobre nuestros logros, nuestro status y nuestras aportes. A menudo
sobreestimamos nuestra contribución a un proyecto y exageramos el
impacto sobre la rentabilidad de nuestro proyecto descontando los
costos reales y los ocultos. Muchas de nuestras ilusiones pueden venir
de nuestra asociación con el éxito, pero no con el fracaso. Debido a
que nuestros éxitos pasados nos animan positivamente, creemos que
pueden predecir grandes cosas en nuestro futuro.
El hecho de que las personas exitosas sean propensas a ilusionarse no
es tan malo. Creer en nuestra propia "maravillosidad" nos da
confianza. Aunque no somos tan buenos como pensamos, esta confianza
nos ayuda ser mejores de lo que seríamos si no creyéramos en nosotros
mismos. Las personas más realistas del mundo no se dejan engañar con
facilidad.
Aunque nuestras ilusiones de autoconfianza pueden ayudarnos lograr
cosas, también nos dificultan el cambio. A decir verdad, cuando otros
nos sugieren que necesitaríamos un cambio, tal vez los veamos con algo
de desconcierto. Es una respuesta en tres partes. Primero estamos
convencidos de que el otro está equivocado. Está mal informado y no
sabe de qué está hablando. Nos debe haber confundido con alguien que
sí necesita cambiar. Segundo, cuando caemos en la cuenta de que el
otro no está confundido -tal vez su información sobre nuestros
defectos es correcta- entramos en el modo de negación. La crítica
puede ser correcta pero no puede ser tan importante -de lo contrario,
no seríamos exitosos. Por último, cuando todo lo demás falla, podemos
atacar a la otra parte. Desacreditamos al mensajero. Así, nuestra
conclusión es "¿por qué ser un ganador como yo tiene que escuchar a un
perdedor como usted?".
Éstas son sólo algunas de nuestras respuestas iniciales para lo que no
queremos escuchar -mecanismos de negación. Si unimos esto con la
interpretació n positiva que las personas exitosas atribuyen a (a) su
rendimiento anterior, (b) su habilidad de influir en su éxito (en
oposición a sólo tener suerte), (c) su optimismo acerca de que su
éxito continuará en el futuro, y (d) su exagerado sentido del control
sobre su propio destino (y no controlado por fuerzas externas),
tendremos un explosivo cóctel de resistencia al cambio.
Los siguientes son cuatro creencias comunes en las personas muy
prósperas, junto con las implicancias de estas creencias -tanto
positivas como negativas.
Creencia N° 1: He tenido éxito
Las personas exitosas tienen una idea que fluye a través de sus venas
y cerebros: "He tenido éxito. He tenido éxito. He tenido éxito". Esta
fuerte creencia en nuestro éxito pasado nos da la confianza para
asumir los riesgos necesarios para nuestro éxito futuro.
Puede pensar que esto no se aplica a usted, pero preste atención.
¿Cómo es que tiene la confianza de despertarse por la mañana y
acometer contra el trabajo, lleno de optimismo y entusiasmo? No es
porque recuerda las fallas cometidas y los fracasos provocados. Por el
contrario, es porque usted edita los fracasos y decide poner a correr
la cinta de sus éxitos más destacados. Si es como los exitosos que
conozco, usted se enfoca en lo positivo, convocando en su mente las
imagenes de cuando usted era la estrella, deslumbró a todos y llegó a
la cima. Cuando nuestras acciones llevan a un final feliz y nos hacen
ver bien, nos encanta reproducirlos para nosotros mismos.
Cuando el logro es resultado del trabajo en equipo, tendemos a
sobreestimar nuestra contribución al logro final. Una vez pedí a tres
socias de negocios que calcularan su contribución personal a las
ganancias de la sociedad. No me sorprendió que la suma de sus
respuestas ascendiera más del 150 por ciento de la ganancia real. Cada
socia pensaba que estaba aportando más de la mitad. Las personas
exitosas se sobreestiman permanentemente en comparación con sus pares.
Los doctores son quizás los más propensos al engaño. En una ocasión
dije a un grupo de doctores que mi extensa investigación había probado
que la mitad de todos los médicos se habían graduado en la mitad
inferior de su promoción en la Facultad de Medicina. ¡Dos de ellos
insistieron que eso era imposible!
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